domingo, 28 de octubre de 2012

HOY

Las hermanas en el río, del archivo de Pablo Müller





Hoy
dieciocho de julio del doce
hay estrellas que quieren acercarse más a la tierra
y los aviones vuelan con las horas distintas,
sigue la arena sin necesitar guardianes
y el pan y el musgo establecen al fin
relaciones bilaterales…
Hoy
el cielo es azul, un poco pálido
y hay mucha más luz que la que necesitan las hormigas
porque las únicas nubes son las que están en las memorias
y el mar es metálico
y la hierba parece recién pintada…
Hoy
los automóviles están discretos y solitarios,
las naciones han iniciado — de nuevo —
hostilidades con las certezas,
las furgonetas se detienen a pesar de las multas
para que los andamios aprovechen la música de julio
y bailen…
Hoy
los teléfonos cambian timbre por susurro,
evitan fechar los daños y reclaman las llaves maestras con las que los porteros abren las horas
y los albañiles
preparan las direcciones nuevas a las mareas
y los marmolistas
se elevan sobre el suelo
con los instrumentos y los ademanes de las siestas
y citan a las puertas de los cementerios
a las alegrías y a las canciones
para que paseen entre las piedras y éstas sean
cama descanso de las palabras tristes…
Hoy
hermano,
pintamos con el rímel de los boxeadores
tu nombre en la piedra de los desmemoriados…
Hoy
en las lluvias trazan con las aletas los delfines
la fiesta de los niños
y hay montañas de azúcar en las avanzadas horas
que asombran a los ratones…
Hoy
hacemos pie en el pozo
y con el impulso escribimos todos tus nombres, hermano,
el que conocíamos y los nuevos,
y los colocamos todos en las sendas de los acantilados,
en las acequias por donde marcha el agua de la lluvia
de mañana…
Hoy
las lágrimas y las cenizas se reúnen para hacer
las cuidadas preguntas a la alegría,
porque las reliquias acompañan siempre la necesaria risa,
con la que se amasa el pan de los amores jóvenes…
Hoy
mi hijo quiere conocerte, dice
que no basta con las antiguas fotografías
y las respuestas holgadas a preguntas ingrávidas…
Hoy
te reconozco en la memoria de las noches de marzo
en las salas de las maternidades,
discreta tu compañía,
un mediodía en el quirófano de las mujeres sonrientes…
Hoy
hermano, por la cicatriz de la garganta
se me escapan las gabardinas y los cabellos rubios
los silencios en las madrugadas a destiempo
y vuelven a mi cuello los gritos que se escaparon
una noche de ginebra con el mar borracho
y la respuesta no a la pregunta quién…
Hoy
tu nombre te ha encontrado 
y está contigo y conmigo y con ellos,
los nuestros y los nuestros,
y el vacío que se achica se llena de manzanas
con la semilla del pájaro
y de los peces con la simpatía de los músicos callejeros
al fin
hoy,
hermano.


jueves, 25 de octubre de 2012

EN EL ASIENTO DE ALADO




Los primos mayores del archivo de Pablo Müller



En el asiento de alado,
por la ruta de la costa,
con el automóvil cansado,
a la madrugada albina,
te sientas, hermano,
cuando septiembre se hace otoño falso y riente,
te sientas, hermano y preguntas
por la longitud exacta de los kilómetros,
por el nombre de los colores de las luces de los frenos,
por el sonido de los motores nuevos,
por el exacto deletreo de mis nombres
— por los nuevos y por los ausentes —

Respondo con el cuidado de los silencios,
que un kilómetro es la distancia entre la pared del túnel que atravesamos y la playa más invierno,
que los colores de las luces de los frenos son consistencia la de arriba y preferente la de abajo,
que los motores nuevos ya no suenan,
en realidad se citan con las doctrinas,
que no uso ya el nombre porque tengo un hijo,
y el viejo que teníamos los hermanos para romper adoquines en los patios de la escuela, lo perdí en una partida de cartas.

Dices que ya lo sabías.

Y rompes el mar de noche con tu carcajada.

Y yo te doy las gracias.


lunes, 22 de octubre de 2012

HAY UNA MUJER BAÑÁNDOSE EN EL RUIDO DEL AGUA DEL MAR


Playa de Azkorri, en septiembre de 2011 por Pablo Müller



A Conchi

Hay una mujer bañándose en el ruido del agua del mar, 
hay una mujer que salta la espuma blanca de sal,
sal de un gris de metal que brilla para el mar.
Hay una mujer con un cuerpo de delgada luz
y al fondo marchan los barcos con su mercancia de luz.
Hay una mujer hermosa bailando en la tarde de las playas,
cubierta con la arena de paz y el calor de los junios.
Hay una mujer a la espera de la ola y cuando llega,
la abraza, la surca, la toma, — es suya —
en sus senos el agua se remansa en leche,
sus negros cabellos son las manos del líquido,
y sus brazos contienen el océano de luz y tierra.
Hay una mujer que se hace diminuta en el mar
y el mar se hace hermoso, enorme con la mujer hermosa.
Hay una mujer hermosa que se hace enorme en el mar
y el mar se hace sumiso charco reverente y contenido.
Hay una mujer hermosa que dice mi nombre en el lenguaje de las aguas,
y el mar lo repite en la lengua de los barcos.
En la playa los diccionarios tienen las páginas de sol.
El mar sabe que los brazos de la mujer estrenan el gesto de las madres
y su ternura es el ensayo de las tardes.
Los barcos mercantes se alejan, dan la popa a la playa.
Salta la mujer hermosa sobre las olas
— un salto cada ocho segundos: el latido de un niño —
sobre una ola verde, una ola blanca, una ola gris,
una ola de plata y sol.
Al salir la mujer hermosa del mar el agua dice adiós,
ya no hay barcos: la raya del aire los esconde,
y las arenas la reciben con las manos de calor.
En la alta mar las brújulas cambian los puntos cardinales
por las piedras de colores, las nubes visten del color
de la lejanía a los marineros.
En la playa la mujer se acerca con los pasos de los líquidos,
sobre la arena los cabellos locos juegan a los remolinos
con los vientos,
una mano en el vientre anuncia la promesa de una caricia
de mar.


miércoles, 17 de octubre de 2012

SÁBADO, RIMBAUD, LA MUERTE, SUS VISITAS, OCTUBRE, LOS LIBROS PRESTADOS Y EL SENTIMIENTO DE CULPA.



Sábado, el puerto de Santurtzi, octubre de 2012 por Pablo Müller


«¡debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos!»
Arthur Rimbaud

Sábado 13 de octubre

Me duele la cabeza. Me duele el agujero que se ha instalado en la cabeza. Un agujero de vacío. Me duele el vacío.
El vacío en mi cabeza es el presente que me deja la muerte en sus visitas. Los amigos traen botellas de vino, o libros pequeños. La muerte me trae el dolor de los vacíos.
La muerte me visita con frecuencia. No la recibo con gusto, pero nada me impide abrirle la puerta y dejarla pasar.
Creo que la muerte nos visita muchas veces antes que la última. Hay una curiosidad compartida. Una conversación sobre el silencio, el vacío y el dolor de cabeza.
Aprovechando la mañana y el dolor de cabeza he leído Una temporada en el Infierno de Rimbaud, una mañana de sábado, con dolor de vacío y un desayuno con la muerte callada y antipática. Un lenguaje nuevo anuncia Rimbaud.
«He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevos idiomas. Me creí en posesión de poderes sobrenaturales. ¡Y bien!, ¡debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos!»
Estoy en lo del idioma nuevo. Estoy creando un idioma nuevo con una beca del Centro Nacional de Inteligencia. Soy consciente que al escribir esto me quedaré sin beca. Me la suda. Ellos se quedaran sin el diccionario.


Diccionario Idiomanuevo – Castellano, Castellano – Idiomanuevo.

Rimbaud. Poesia y Prosa. E.D.A.F., 1970. Versión de Enrique Azcoaga.

El libro me lo dejó Mario Montenegro a mediados de los años ochenta del siglo pasado y ahora intento devolvérselo con escaso éxito. Recuerdo que me dijo que se lo devolviera porque era un regalo de José Liste. Cada vez que lo veo pasear con su perro me acuerdo de Rimbaud.

viernes, 12 de octubre de 2012

ALGUNOS LIBROS TIENEN MEMORIA



Hombres con camisas blancas de fiesta, hacia 1920 en Marañón, del archivo de Pablo Müller



«y los que murieron demasiado jóvenes reaparecen
con sus gafas gruesas para terminar de leer el mismo libro»
Juan Carlos Mestre

Algunos libros tienen memoria. El libro de Manuel de Julio Cortázar se acuerda de cuando nació mi hijo: estábamos juntos. Cien años de soledad recuerda la página donde lo dejó mi hermano a su muerte. Era la 132, de la octava edición del 22 de enero de 1985, de Espasa Calpe, el número 100 de Selecciones Austral. Termina la página con esta frase:

«Más tarde le construyeron un cobertizo de palma para protegerlo del sol y de la lluvia.»

Fiasco de Imre Kertész nunca olvida el 11 de marzo de 2004.
La tumba de Keats de Juan Carlos Mestre del día en que cumplí los cincuenta.
¿A qué edad se empieza a escoger el libro que leeremos a la muerte?


sábado, 6 de octubre de 2012

EL PRECIO DE LAS ESTRELLAS


La playa de Ereaga en septiembre de 2012 por Pablo Müller



«El olvido, gracias por no venir, es un montón de féretros…»
Juan Carlos Mestre

El precio de las estrellas no tiene que ver con el valor de las noches.
La fugacidad es blanca de aerolito y el agosto trigo de olvido que espigar las mañanas de domingo.
En las formas que toman las noches y los blancos, la fugacidad se hace aeronave, una lenta derrota de los satélites convencionales.
El no silencio de los niños hielan los universos que se equivocan de mano.
Las manos conocen el poder de las fauces de la alegría.
Todas las noches los cuentos se ponen en la fila india ante la ventana. Uno de ellos se ríe por la tarde y luego se cuenta en la fascinación de los barcos grandes.
“El huerto del olvido” es el lugar donde aparece por primera vez el niño.
“La frontera polaca” es el último sitio donde paró la estrella descarriada.
Un sinvergüenza tiene más que ver con el ruido que con tu silencio.
Y si hay una silla desde la que cuidar a los hijos, ésta es siempre incómoda.
El periódico se pudre a la velocidad de las rosas.
La silla desde la que cuidar a los hijos tiene la proporción del miedo.
La silla desde la que cuidar a los hijos es tan oportuna como el propósito y la conveniencia.
La abuela recibía el periódico con un día de retraso, aun así al leerlo las noticias siempre eran de un día antes.

«En lo alto de lo correcto se levanta el templo de las medias verdades»
Juan Carlos Mestre

martes, 2 de octubre de 2012

LA LENTITUD DE LA LUZ DE JULIA OTXOA



Luz en agosto de 2012 por Pablo Müller


  La ciencia dice que la luz es veloz, muy veloz si la comparamos con el ruido, pero aún en las velocidades mayores hay un espacio para la lentitud. Julia Otxoa lo explora en La lentitud de la luz, editado por Cálamo Poesía.

  En la lentitud de la luz se detiene en lo aparentemente insignificante para que además del horror, nos preguntemos por dónde está el orden de la importancia, por la medida de las cosas, por el origen “cuando la lluvia se ha ido”:

“Luego me he arrodillado y he estado comiendo tierra
hasta que dentro de ella he oído cantar a mis abuelos.”


“La aceptación de la niebla que somos,”

  Somos más que nosotros mismos, desconocidas sombras del pasado que nos da forma y nos corresponde llevarlas sin develar por respeto y cuidado a los que el tiempo tiene previsto nos sobrevivan:
“ante el dolor todas mis palabras me parecen una ofensa”

  Julia Otxoa construye poderosas imágenes que nos revuelven:
“Atravieso el puente de la Avenida de la Libertad,
levanto los ojos al cielo,
allí está Marina Tsvietaieva ahorcada de una estrella.”

  La dignidad y el dolor. La creación de los dioses. El tiempo como luz que atraviesa la piedra para llegar a la arena, el tiempo como luz para hacer a su paso sombra.
  La velocidad es el cociente entre espacio y tiempo y la osamenta su necesario lugar de transito, para buscar los márgenes para la vida, los bordes, las cunetas…

“alimentar el delirio, vivir el poema en lugar de escribirlo.”

  El desarraigo parece el sitio de Julia Otxoa, que con la humildad ante los insectos muestra la actitud con que encara su escritura, su poesía, al círculo de la Historia necesaria.



Luz en agosto de 2012 por Pablo Müller